jueves, 25 de septiembre de 2008

Reflexión I. Un modelo mental construido por el automóvil


“El automóvil representa mucho más que un medio de transporte. Es el símbolo de una cultura y en apenas un siglo ha modificado en forma decisiva la vida en las ciudades y el medio ambiente. Objeto de adoración universal, privilegiado motor de la economía, generador de modas masivas, expresión del individualismo capitalista, signo de identidad y prestigio social, ha producido cambios tan radicales que aún estamos tratando de comprender su significado”. Así explica la lic. Roxana Kreimer en una parte de su libro “La Tiranía del Automóvil”, las consecuencias de la aparición del automóvil.
Sin embargo el cambio más profundo que fue provocando con el correr del tiempo está en el hombre, en su forma de ver y comprender, de pensar, de actuar, de explicar y justificar el mundo que lo rodea.
Desde que somos niños, la familia, la escuela, la sociedad y los medios de comunicación favorecieron la construcción de supuestos e imágenes donde el automóvil ocupa un lugar predominante en la interpretación y configuración que hacemos de la realidad.
La educación vial surgió en nuestro país como consecuencia de la introducción del automóvil y sus necesidades. Necesidad de conocer las señales que utiliza el conductor de un vehículo. Necesidad de conocer las normas que resuelven los conflictos que él mismo plantea. Y un objetivo: que todo conductor sea un buen cumplidor de lo establecido y así no producir o ser víctima de un accidente de tránsito.
Los primeras organizaciones abocadas a la temática dieron forma a los parques de educación vial donde en un contexto excluyente de lo social, sólo de vías y señales aparecen las imágenes en blanco y negro, de niños circulando en karting. Era el futuro niño “conductor”. Era el niño recreando el rol de adulto conduciendo un automóvil. Se olvidó que el primer vehículo a conducir en el camino a ser adolescente, que está antes de la adultez, es la bicicleta.
Pero lo interesante también es volver sobre el contexto donde se desarrolla la práctica “educativa”. En general, todo lo presente allí es una abstracción del mundo del automóvil. Ni siquiera se contemplaron imágenes (muñecos, siluetas, etc.) de personas, casas, vecindario. Se olvidó el concepto de barrio, comunidad. Sólo la vía, las señales (en su gran mayoría orientadas al conductor de vehículos) el karting (con los futuros conductores) y los peatones que practican el cruce de calzada (por la senda peatonal). Muchos de estos parques ó pistas como algunos todavía lo llaman no contemplaban las veredas, o sea, el espacio para transitar los peatones.
Los contenidos, incluso los abordados en el espacio escolar, también se caracterizaron por estar orientados hacia el automóvil y sus consecuencias. Y así perduró la educación vial en el tiempo. Esta idea no es excluyente de otros análisis más profundos sobre la educación vial tradicional, sino que se la destaca en función a los objetivos del presente trabajo. En este sentido Isabelino Siede la describe convenientemente en su trabajo Tránsito y Circulación y del cual extraemos uno de sus párrafos: “La educación vial tradicional desconoce a sus interlocutores, por lo que selecciona contenidos y utiliza estrategias de otros ámbitos: recurre a mensajes escuetos, lineales y crudos, diseñados para la atención del conductor de automóviles, que pueden ser adecuados para medios masivos, pero de ninguna manera corresponden al contexto de la escuela.”
Así fue la formación, y aún hoy se sigue formando a aquellos que tuvieron y tienen la suerte de recibir educación vial, ya que es una deuda pendiente su masivo y adecuado tratamiento.
También existen otros aspectos que se analizarán superficialmente porque no es objeto de este trabajo como por ejemplo la historia del transporte en nuestro país, su presente y la forma en que condiciona la vida de los ciudadanos, en tanto oportunidades, expectativas y su forma de pensar la cotidianeidad.
Más calles pavimentadas, menos veredas en condiciones, más caminos de doble trocha y autopistas, menos vías férreas… es un tema muy profundo para tratar pero la síntesis es: si puedo tener un automóvil estoy en otro nivel social, puedo ir a cualquier parte en cualquier horario, con más seguridad y comodidad que con cualquier otro medio.
Y no es lo mismo ser ciudadano con automóvil que sin él. Un ciudadano motorizado tiene privilegios que el otro no tiene. El Estado invierte mucho de su presupuesto en infraestructura para el uso del automóvil y en políticas que atienden sus necesidades y muy poco en aquellos que no tienen un vehículo.
Esto, entre otras cosas, genera valoraciones no deseables desde el punto de vista social. Un ejemplo podría ser: aquellos que dirigen sus esfuerzos a comprar un auto y postergan invertir en salud o mejorar la alimentación, etc. porque consideran que tener el vehículo es un progreso, un salto en su calidad de vida. Y cuando lo tienen, por cuidarlo o por comodidad, lo suben a la vereda sin importarles el otro, el que transita caminando: el niño, el anciano, el discapacitado, la madre con su bebé, “el pobre”… usuarios que deberán bajar a la calzada para proseguir su tránsito.
Hay millones de ejemplos posibles, además del mencionado, que demuestran la influencia que ejerce el automóvil en la vida de una sociedad, a la que le va dando forma desde lo material y la configuración de los espacios, las relaciones entre sus miembros y en el plano individual en la construcción de valores, necesidades y percepciones.
Roxana Kreimer dice en un reportaje en el diario Clarín: “…el espacio público se degradó, porque se ha convertido en un espacio de y para los autos. La ciudad antes era un lugar mucho más habitable para el peatón. Todos somos peatones, pero no todos somos automovilistas. Nuestras ciudades están al servicio del automóvil; se han convertido en un pasadizo de vehículos y estacionamientos.” En otra parte de la misma nota señala: “En muchos lugares, el automóvil disolvió la ciudad por completo. Y como éstas se convirtieron en lugares inhabitables, la gente quiere ir a vivir fuera de ellas…”
Al tratar de explicar estos conceptos y mencionar algunas de las causales, Kreimer sostiene que: “Mucho antes de la adolescencia, de niños, lo que se les regala a los varoncitos son autos de juguete, y lo que se les regala a las nenas, todavía hoy son muñecas. A ellos se los prepara para ser conductores, y a ellas para ser madres. Hay una socialización desde muy temprano para la existencia del automóvil que, en cuanto a su simbología, reemplazó muy fielmente lo que representó el caballo para la cultura medieval. El caballo era el signo viril del señor feudal. Hoy hay una verdadera identificación de la masculinidad con el automóvil. Y aun con la liberación femenina, estos refuerzos se siguen produciendo desde la infancia. No hay duda de que hay toda una educación para el automóvil.”
Ciudades saturadas de tránsito vehicular, incremento de los accidentes de tránsito, niveles excesivos de contaminación ambiental y sonora, espacio público degradado, ciudadanos disociados y aislados del ambiente social, pérdida de autonomía y movilidad de niños, ancianos y discapacitados, incremento de la inequidad y por lo tanto de exclusión social… Estas cuestiones representan el desafío de los nuevos tiempos
Nos ponemos a pensar y pareciera ser que todo está unido, relacionado. Que forma parte de un proceso estructurado a partir de un modelo perverso, que lleva a la destrucción de las comunidades y que sólo puede ser resuelto a partir de un cambio de paradigma. Donde cualquier otro tipo de terapia solo es un analgésico social pero que no detiene ni modifica el proceso que se viene dando.
Esta reflexión no apunta a señalar la eliminación del uso del automóvil como solución. Sería ilógico, inviable… Pero sí a un uso racional y planificado.
El pedagogo italiano, Francesco Tonucci, suele decir que “si realmente somos una sociedad democrática, el plan urbano para la movilidad deberá tener en cuenta una jerarquía de necesidades a partir de las necesidades de los más débiles, es decir, primero los peatones, después los ciclistas, después los medios de transporte público y, finalmente, los medios privados. Sin exclusiones, pero con una clara decisión sobre las prioridades”.
Tonucci propone asumir al niño como parámetro de cambio de la sociedad. Obviamente, es la antípoda del parámetro automóvil. Se supone que, cuando la ciudad esté más adaptada a los niños, será también más apropiada para los ancianos, para los discapacitados, para los pobres… para todos los habitantes. Él sostiene que esta propuesta significa también, o quizás fundamentalmente, devolver a nuestras calles el rol social de lugar público, de encuentro, de paseo y de juego, que han tenido y que deben recuperar. Las calles no se volverán seguras cuando sean patrulladas por la policía o el ejército, sino cuando sean conquistadas por los niños, los ancianos, los ciudadanos.”
Lo expuesto hasta aquí, representa temáticas muy profundas de abordar. Pero necesarias. Podrá haber muchas opiniones y reflexiones de todo tipo. Pero sin dudas que aquí está la clave.
No se puede construir una sociedad distinta, si primero no nos preparamos para pensarla. Y aquí es donde juega un papel fundamental la educación.
Debemos dejar de lado el modelo mental del automóvil y reemplazarlo por uno que represente al hombre en sociedad. Escribirlo resulta fácil, pero trabajarlo se presenta como difícil. Sin embargo parece ser el único camino posible para tener un futuro diferente, más alentador, más humano, más equitativo, con más bienestar...
Cambiar el modelo mental significa un cambio muy profundo en la sociedad, que necesita entre otras cosas, de un replanteo de los contenidos educativos en general y de los de educación vial en particular. Estos contenidos, que habrá de discutir y analizar, deberán preparar a las generaciones más jóvenes para pensar y resolver las problemáticas sociales como las que involucra el tránsito y que se presentan como ineludibles, pero desde otro lugar, que tenga como parámetro al ser humano y su condición social.
Para cerrar esta reflexión, una vez más recurrimos a las palabras de la Lic. Kreimer, quien dice que “tomar nota del daño ético producido por este medio de transporte-en referencia al automóvil- es comenzar a poner en cuestión los propios fundamentos de nuestra cultura y apresurar la transición hacia un modelo diferente de vida social. Desafiar al automóvil implica criticar a una humanidad hipnotizada, para la que proteger la velocidad de los autos es más importante que proteger la vida de las personas.”


Autor: Oscar A. Rossi
Periodista e Instructor especializado en temas de Seguridad y Educación Vial

No hay comentarios: