Pero, ¿qué es un no lugar? Si bien la respuesta merece un desarrollo más extenso, la idea es presentar el tema, a partir de la propuesta de Marc Augé sobre dicho concepto, para tomar aspectos, que creemos no pueden estar ausentes a la hora de pensar el espacio público y la relación directa que tiene con la concepción social del tránsito.
Marc Augé, afirma que:
“si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico; un espacio que no puede definirse como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar”.(1)
Sobre esta cuestión, ejemplifica diversos escenarios. Por un lado, en el caso de los medios de transporte, los coches privados se convierten en una especie de habitáculos personales, en pequeñas habitaciones; otros (trenes, ómnibus, aviones) en una especie de no-lugares ambulantes. Estar en el vehículo propio es estar todavía en casa, en él se tienen algunos objetos fetiche, se escucha la música preferida o las noticias, se puede telefonear y pronto, sin duda, recibir mensajes de todo tipo. El coche reproduce la ambivalencia de un espacio de lo privado abierto sobre el espacio público(2).En el avión, el pasajero puede, llevar consigo sus propios instrumentos de trabajo, en especial el ordenador que le sirve de memoria; todo está pensado para que se sienta tan cerca del aeropuerto que acaba de dejar como de aquél hacia el que se dirige: televisión, publicidad, noticias y tiendas libres de impuestos aseguran en vuelo la continuidad del no-lugar.(3)
El lugar es principio de sentido para el que lo habita y principio de inteligibilidad para el que lo observa El lugar es un punto de identidad, relacional e histórico y todo lo contrario es el no lugar. Evidentemente el no lugar existe tanto como el lugar, y cabe aclarar que nunca se presentan en estado puro. En la ciudad, en cualquier ciudad, conviven ambos.
“Augé analiza algunos de los procesos habituales del hombre posmoderno –o sobremoderno–, desde la compra de víveres en el supermercado hasta el acceso a las salas de embarque de un aeropuerto. De ese modo, logra descodificar un tipo de lenguaje que es ajeno a la palabra en su concepción tradicional, y que le lleva a afirmar que el usuario, al relacionarse con los no lugares, se inscribe siempre en una relación contractual. Ese contrato «tiene siempre relación con la identidad individual de quien lo suscribe» y se visibiliza de muchas maneras diferentes: de forma expresa mediante el billete que se presenta al revisor, a la azafata o a la salida de la autopista de peaje; de forma tácita, pero también vinculante, al empujar el carrito que el supermercado pone a disposición de los clientes. Aunque con dos precisiones importantes: el usuario del no lugar, señala Augé, siempre ha de probar su inocencia (basta recordar cuántas veces se le demanda el carné), y actúa desposeído de sus identificaciones actuales o habituales. Desde esa caracterización, el hombre del no lugar no es únicamente un hombre anónimo, es, sobre todo, un hombre solo.”(6)
Para la autora, María Dora Foulkes, la ciudad (con características de lugar) por su apropiación, identificación, grado de pertenencia, son lugares: la plaza, el teatro, el lugar del culto, sectores con identidad y que nos pertenecen. Son no lugares el aeropuerto, la ruta por peaje, y también los barrios cerrados. ¿En que se asemejan? En todos se selecciona y se paga para entrar y se deben respetar ciertos códigos y comportamientos. En el barrio cerrado, lo que se cumple parcialmente es la relación de transitoriedad pues es útil en un determinado ciclo vital de una familia, también la condición de soledad pues la vivienda tiende a ser aislada, y hasta el conjunto al que pertenece tiende a aislarse y a no formar parte del tejido urbano. Para la ciudad además, no es un barrio, no es un punto de identidad... No esta en la ciudad. Tampoco conforma relaciones pues al no situarse en ella no es posible ubicarlo salvo por un cartel de ruta; histórico no es, no tiene antecedentes en nuestra forma de conformación de ciudades. Es el hoy, la moda y además con persistencia de una idea medieval, la villa amurallada, o de vivienda rural inglesa, aislada, única. Conforman no lugares que curiosamente son los lugares, que para mejorar deben ser privatizados, o en el caso del barrio cerrado, son mejores pues nacen privatizados Según Augé "el no lugar es lo contrario de la utopía: existe y no postula ninguna sociedad orgánica".(7) Se da la paradoja de que el barrio cerrado es para la ciudad un no lugar, pero a su vez es una utopía, pues responde a una visión reducida de la realidad, visión que puede mirar con nostalgia un pasado lejano, con confianza un futuro fantástico o con simpleza un mundo unificado según una condición ideal, ubicado fuera de este tiempo, en una atemporalidad, congelada, independiente de los tiempos reales de la ciudad de donde proceden, aspirando a un estado perfecto, una sociedad de pares.
(1) Marc Augé. Los no-lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de ka sobremodernidad. Gedisa. 1993. (2) Cuadernos de arquitectura y urbanismo. Página web de consulta: http://quaderns.coac.net/ (3) Ídem (4) María Dora Foulkes. El lugar y el no lugar en la utopía de la ciudad privatizada. (5) Ídem (6) Los no-lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. (7) María Dora Foulkes. Op. Cit.
Autor: Patricia E. Rodríguez. Prof. en Ciencias de la Educación especializada en temas de Seguridad y Educación Vial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario